viernes, 3 de octubre de 2008

Stuck in Blanding

Domingo 28 de Septiembre

Hoy vivimos la que seguramente será, por inesperada, la experiencia del viaje.

Nuestro viaje ha llegado a los paisajes perdidos típicos de las películas del Oeste, con farallones de roca anaranjada recortados en el horizonte y carreteras inhóspitas pero con muchísimo encanto. Pasar de las grandes llanuras a las Rocosas y después aquí en apenas 3 días es todo un contraste.

Hemos entrado además en el estado de Utah, la tierra de los “muermones”, esos señores polígamos y ultraconservadores (salvo por las que se deben montar en la cama), que entre otras lindezas tienen prohibida la venta de cerveza en su estado. Estos va a ser que hasta McCain les parecerá progre.

En estas estamos cuando una rueda de nuestro coche ha dicho basta. Tras unos cuantos movimientos de nuestro barco, que parecían al principio provocados por viento en la popa, hemos parado para descubrir que teníamos un “flat tire”. Comienza el show: sacamos el equipaje para sacar la rueda de repuesto y descubrimos… una rueda de emergenica!! Por Dios, será por espacio? Pero si una rueda normal les hubiera cogido hasta en el posavasos de esta enormidad y estos señores han metido una de emergencia. En fin…

Nos disponemos a cambiar la rueda, cuando sin mediar petición ninguna, para una furgoneta de la que se baja ofreciendo ayuda un fornido americano. Al momento de escribir estas líneas, aún no sabemos si el tremendo adelanto menstrual sufrido por una de nuestras viajeras ese mismo día fue producido por la ingesta de hormonas que supone la dieta americana o por la visión de este individuo cambiándonos la rueda. Porque sí, señores, en mitad de un mutismo absoluto y para vergüenza de nuestra hombría masculina, este individuo se nos puso a cambiar la rueda sin que nadie se lo pidiera… ni se lo impidiera tampoco. Al desmontar la rueda, vimos cuál era el problema: estaba en los alambres por la parte de dentro y simplemente se había desintegrado. Así que los de National (los de la empresa de alquiler), nos la habían jugado una vez más. Después de advertir que íbamos a cruzar el país y que necesitábamos un coche que tuviese todo a punto, no miraron absolutamente nada. Nos van a oír.

Una vez cambiada la rueda, nuestro improvisado ayudante, brindándonos una sonrisa de esas americanas de dientes enormes y blancos se perdió en el horizonte con su fregoneta. El ángel de la carretera, pensamos, pero los ángeles no tienen sexo y este chico parece que calzaba un paquete del 12 (y en pulgadas, ojo).

Una vez recogidos los equipajes, las indignaciones, las disminuidas hombrías y los vertidos de estrógeno, nos disponíamos a continuar viaje con un coche “cojo”. Por si las moscas, echamos un ojo al resto de ruedas y… HORROR, la otra rueda de atrás está exactamente igual: en los alambres. Es domingo, estamos en mitad de ninguna parte y no sabemos si aguantará hasta Las Vegas. Tampoco queremos perder un día, así que decidimos contactar con la empresa de alquiler y quedamos con ellos en que vamos a tratar de llegar a Las Vegas y allí cambiar el coche. Pensamos que podría aguantar. Craso error…

Un par de horas después, a velocidad reducida, el coche comienza a culear de nuevo. La otra rueda dijo basta también. El paraje, una recta infinita a casi 20 millas del pueblo más cercano y sin apenas cobertura. Entre idas y venidas de señal, logramos contactar a duras penas con la compañía para que nos manden asistencia, pero son todo problemas: que si donde estamos, que cómo ha pasado, etc. Finalmente paran unos indios navajos, que nos dejan un móvil con cobertura como es debido. Logramos contactar con la compañía y dicen que mandarán algo, pero no da mucha confianza ni parece fácil que nos puedan llamar en caso de que no nos encuentren.

Los indios nos dicen al mismo tiempo nos dicen que tienen una rueda que pueden montarnos si queremos. ¿Qué hacer? Esperamos la grúa, que no sabemos cúanto va a tardar (suponiendo que llegue) Decidimos irnos un par con ellos para ver si pueden cambiarnos una de las ruedas mientras el resto espera la grúa. Muy majos estos navajos .

Sin embargo, la grúa llega mucho antes de lo esperado, apenas media hora después (¿?) y tenemos que pedir a los navajos que nos lleven de vuelta al coche cuando ya estábamos a tomar por saco. Menuda vergüenza. Después de pedir mil disculpas por hacerles perder el tiempo, el móvil, la gasolina y supongo que las ganas de hacer de buen samaritano la próxima vez, nos despedimos de ellos para subirnos todos a la grúa. El conductor era absolutamente ininteligible y sospechamos que en parte, porque se hace un poco el loco. Hablando como podemos con él, descubrimos que a él no le ha llamado National, que no sabía quién le ha llamado pero que podrá arreglarse con la compañía, etc…. Vamos, que las grúas americanas son tan buitres como las españolas y estamos en manos de Santa Visa, como era de esperar.

Al final, hablando más tranquilamente con la compañía de alquiler, parece que todo puede arreglarse. Nos toca adelantar la pasta de todo (grúa, neumáticos, etc) y luego nos la pagarán con las facturas correspondientes. Esperemos que sea así, porque les vamos a montar un chicken que se van a cagar y por ahora son 240$ de grúa y 190$ de neumáticos, amén de pasar la noche en un poblacho inmundo llamado Blanding, en el que al menos hay un Super 8 donde podremos dormir.

Total, que estamos en un poblacho provinciano donde no sabemos si la gente es tonta o se lo hace. Sospechamos que lo de la poligamia acabará conduciendo a que haya mucha consanguineidad, porque nos hemos topado con demasiados “profundos”. Es el único sitio que nos hemos encontrado que cierran todo y parece que hubiera una desconfianza que hasta ahora no hemos encontrado.

También hemos vuelto a tener otro episodio con el WC. Esta vez no tiene que ver con el nivel freático de la taza, sino un atranque en toda regla (literalmente, chicas, a ver si os controláis con el papel). La respuesta del hotel ante el atranque fue brindarnos un desatascador tamaño industrial para que nos hiciéramos cargo de nuestras responsabilidades…

A la mañana, ya hemos podido recuperar nuestro coche con las ruedas cambiadas. Hace falta hacerle el paralelo, pero pensamos cambiarlo en Las Vegas, donde nos tendrán que devolver el dinero y aguantar las que le vamos a montar. Ya nos pueden dar un Cadillac porque si no… Pero eso será pasado mañana. Hoy, el Gran Cañón nos espera…

miércoles, 1 de octubre de 2008

Rocky Mountain

Sábado 30 de Septiembre

Aprovechando las virtudes del hotel de las rocosas, esta mañana hemos ido al gimnasio, piscina y para rematar la faena al jacuzzi, despues de aclimatarnos a la costumbre local de remojar la parte donde la espalda pierde su casto nombre, que mejor manera de empezar el día cual garbanzo en la piscina de burbujitas. Tras un desayuno pantagruelico y recoger el mercadillo persa que montamos todos los días en la habitaciones del hotel, salimos rumbo al parque de las rocosas. Tratandose de un sábado, ya nos imaginabamos que aquello sería una verbena, si bien había bastantes coches, tambien es cierto que estos yankees son bastantes cívicos y en ningún momento se monto ningún atasco.

Estos parques son bastantes parecidos a los de nuestra madre patría, aunque como todas las cosas de estos lares, sobredimensionados, según la guia hay mas de veinte 4000, de hecho la carretera iba bastante alta y en algún momento a todos los entro un sopor, aunque al final nos nos quedo claro si aquello era mal de altura o la más mundana resaca. Tambien se veia mucha fauna, un monton de alces que se veian a lo lejos, ardillas, pajaros por doquier, todo muy bonito. Al final del día decidimos hacer una ruta chorra y allí estabamos andando por en medio del bosque cuando de repente nos topamos con una manada de alces a 10 metros del camino. Tras dos horas empapándonos de naturaleza, nos llamo la atención algo más mundano, unos baños cortesía del servicio forestal, donde Galileo se podría haber ahorrado subirse a la torre de Pisa.

Tras terminar de ver el parque fuimos a ver el pueblo de Idaho Spring, según la guía era un pueblo caracteristico de la época dorada de la mineria, allí nos hicimos las retrataduras de rigorr compras varias incluyendo como no un sombrero de cowboy y nos tomamos el primer café expresso desde que llegamos a las améircas, no sé si es porque nos hemos acostumbrado al brebaje al que llaman café, pero nos supo a todos muy fuerte.

En el camino hasta Grand Junction donde dormimos, nos impresiono la altura que deben alcanzar las rocosas, nos tiramos más de 100km de bajada continua por la carretera, junto a los cañones que ya va formando el Colorado. Con tanta bajada pues había muchas pistas de frenado para los camiones, estos americanos son la mar de practicos, las realizan tipo montaña rusa. El coche vibraba más que una coctelera, pero ninguno le hicimos caso, lo achacamos al pavimento y a la conducción temeraria aprovechando las cuestas, a la mañana siguiente saldriamos todos de dudas.

Al llegar al motel tras tantos días de viaje, llego la hora de brearnos con las lavadoras locales, se podra pensar que la tecnología local hara máquinas que te sacan la ropa medio planchada, pues no, aquí las lavadoras se parecen a las que tenían nuestros abuelos, un tambor que da vueltas y a la que tienes que vigilar para echarle el detergente y el suavizante, eso si, como todo lo que hacen, a lo grande yo creo que sería de 8 kilos o más. Menos mal que había un camionero haciendo la suya y nos explico como funcionaba aquello, aunque tras ver como se paso secando la suya y sacando ropa que le vendría ceñida a una barbie, no tuvimos muy claro si hacerle mucho caso. Para amenizar la espera nos pulimos la primera botella de ron, tratandose de Utah seguro que nos saltariamos un chorro de leyes locales empinando el codo en una lavandería.

Atravesando las grandes llanuras

Viernes 26 de Septiembre

Nuevo día, nuevo madrugón. Quién nos iba a decir que nos íbamos a estar levantando a las 7 día tras día y tan felices (nota mental: de los madrugones es mejor no contar nada en el trabajo).

Somos uno menos, ¿lo hemos dicho ya? La pierna de Adela ha estado un poco rebelde en Chicago y ante la perspectiva de la paliza de coche que tocaba, se ha quedado un día más en Chicago y viajará en avión hasta Denver, donde seremos 5 again. Si no fuera por el descubrimiento de los puentes de Madison, me daría envidia. Las llanuras a ritmo de autopista no acaban perdiendo su encanto tras unos cuantos cientos de kilómetros. Seguro que por carreteras secundarias la cosa es mucho mejor, pero no tenemos tiempo.

Gracias a Dios, en Iowa y Nebraska los límites de velocidad son relativamente indulgentes (70 y 75 km/h), lo cual, unido a los impuestos y “redondeo” que le metemos, hace que viajemos a un buen ritmo sin llegar a que nadie tenga que preocuparse o llamar a la policía… por ahora, porque servidor aún tiene pendiente explorar los límites velocísticos de este cacharro mientras el motor canta a casi 6000 vueltas.

Las largas rectas y relajada conducción hace que las dos conductoras (Adela no tiene carnet) se hayan lanzado al ruedo y cogido el timón (nunca mejor dicho) de este paquebote de 6 cilindros. Los conductores hemos descubierto las perspectivas y posibilidades que brinda el asiento de atrás, amén la invitación a planchar oreja que supone.

Nuestra próxima visita va a ser ver una antigua parada del Pony Express. Continuará.

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Dios mío como rajan estos americanos! Qué majetes son! Mientras esperaba a que los otros viajeros de las grandes llanuras compraran sus chapitas en la tienda de souvenirs del Pony Express Javi y yo nos hemos metido en el museo de enfrente que era “open” y “free” (dos palabras que cada vez nos gustan más), en cuanto hemos dicho que éramos de fuera nos han avasallado a preguntas las dos lugareñas que lo regentan… un poco más y nos adoptan! Por cierto, hemos tratado de explicar que nuestros padres son manchegos y no tienen ni idea de quién es Don Quijote.

Es una pena que tengamos que atravesar tan deprisa la zona de las grandes llanuras, sería muy interesante parar un poco más en alguno de estos pueblecitos, transmiten una sensación de paz y tranquilidad, pachorra quizá, pero es chocante sobre todo viniendo como venimos de una gran ciudad como Chicago (buf! Chicago es impresionante con los rascacielos enormes y preciosos, una pasada verlos, da igual a pie de calle, desde un paseo por el río o desde uno de ellos… Chicago es la leche!). Las grandes llanuras, (hemos atravesado Illinois, Iowa y ahora vamos por Nebraska) son como una despensa gigante, hay vacas, muchas vacas y trigo, muuuucho trigo, y todo es enorme, no os podéis hacer a la idea de lo grande que es el Missisipy… y lo cruzamos cuando aún está bien lejos de su desembocadura!

De todas formas aquí todo tiene buen tamaño… bueno, si es todo, todo, no hemos llegado a saberlo ;-). Ya en Chicago traté de hacer una clasificación de americanos por tamaños:

Grandes: pueden ser muy interesantes los especímenes masculinos de alrededor de 30 años… hummm en Chicago había mucho chico guapo.

Muy grandes: como estaríamos nosotros si nos dejan sueltos por aquí 3 semanas más. Fons ya se ha comido su primera hamburguesa “Monster”, al tiempo que Celia y Adela se comían cada una media palangana de spaguetti, desde aquel día la pobre Celia va con el botoncillo de arriba del pantalón desabrochado cada vez que se sienta en el coche.

Pequeños: suelen ser más morenitos y algunos de ellos te entienden cuando hablas castellano.

De momento seguimos en ruta, objetivo Denver para recoger a Adela en el aeropuerto y llegar esta noche a las rocosas. Da penita que Adela no esté en el coche, como el resto somos más calladitos el coche va más tristón. Javi es quien va conduciendo ahora, de vez en cuando suelta un despotrique contra los coches americanos (creo que se le ha caído un mito), pero tengo que reconocer que el tío está siendo el más razonable y conciliador de todo el grupo, a pesar de que se descojone cada vez que me oye hablar inglés. Fons, de copiloto, va controlando el mapa, leyéndose todos los folletos turísticos, haciendo comentarios, mirándolo todo y trasteando con la cámara… y porque no lleva el ordenador!. Celia, en su posición habitual: durmiendo, aunque ahora tampoco se está perdiendo gran cosa, bueno si, vacas y campos de trigo… jo! si me está dando envidia, en cuanto termine el párrafo me voy a unir a su siesta mañanera. Yo ahora voy calladita escribiendo, pero en cuanto nos bajemos del coche para ver algo vuelvo a ser la estrella de todas las fotos, ventajas de no tener cámara, menudo book me están haciendo, tendré que probar suerte cuando lleguemos a L.A. ;-).

El vuelo de Adela llego con dos horas de retraso por un tormenton de narices, mientras ibamos llegando a Denver se veian cruzar la carretera pelusones gigantes como los que salian en las peliculas de vaqueros. En el aeropuerto Celia consiguio por fin fumarse un cigarro dentro de un garito y con una cerveza en la mano, mas que un bar parecía una narcosala.

Tras recogerlas salimos pitando para las Rocosas, haciendo una escala en Boulder para disfrutar del ambiente universitario de la ciudad, al final tras un duro dia llegamos a Estes Park junto a la entrada del parque, aunque el día todavía nos tenía reservado una última rica anecdota.

“Doesn’t eat”

En el hotel de las Rocosas vivimos una experiencia que sin duda dejó a España a la altura de potencias como el Congo o Burundi.

Tras un día duro de viaje, lo primero que uno desea al llegar es saludar a Mr. Stone. Y así fue, como, siguiendo el orden de urgencia, fuimos presentándole nuestros respetos.

Es necesario comentar que estos americanos no deben tener problemas de sequía, ya que el sistema que emplean en todos los WC es que la taza siempre está medio llena de agua y tus andanadas son recibidas con vivos chapoteos que salpican tus posaderas por mucho que las encojas en el momento de la eyección . Luego, cuando tiras de la cadena acaba de llenarse de agüita y ves como todo se va en un remolino de vivos colores. También parece que los españoles usamos mucho papel en comparación con los yanquis y tendemos a hacer que Mr. Stone se atragante. ¿Será que tienen el culo de teflón y se limpia más fácil? ¿O que son un poco más guarretes? Por tamaño de culo, desde luego parece que no es…

Bueno, estábamos en las Rocosas cuando Maite nos sobresaltó, advirtiendo que el baño estaba mal. Que el nivel del agua en la taza estaba desacostumbradamente alto, tanto que a la que te descuidabas tus cargas de profundidad se convertían en torpedos, porque te encontrabas con el culo en pleno agua. Dado que este hotel era el que más nos había costado hasta el momento y que encima era más bien cutrillo, cundió la indignación, sobre todo la de Maite, que reclamó inmediatamente que había que avisar para que llegara la gente de mantenimiento. Y así, lo hicimos…

Mantenimiento llegó en unos minutos en la forma de un señor con bigote ataviado con mono, gorra y herramientas, topicazo total. Como se puede uno imaginar, explicar la situación en el idioma de Shakespeare no es fácil, pero ayudada por una expresión corporal azuzada por el apretón, Maite se lanzó. Los demás nos batimos en retirada, esperando el cachondeo propicio de la situación.

Del baño salían comentarios, como “the tolette… doesn’t eat, doesn’t eat”, “water very high, very high…” mientras casi podíamos escuchar las rascadas que se metía el tío de mantenimiento tratando de entender. Lo mejor fue cuando el tío probó y… funcionó! “Claro, esta “poor girl” no sabe usar el water”, debió pensar el colega y se dispuso a enseñar a Maite, a la manera americana, o sea, procedimiento detallado, como usar la taza. El descojono de los demás, que estábamos escuchando, ya no podía contenerse, igual que los colores de Maite. No llegamos a oír si también le explicó para qué servía el rollo de papel…

El de mantenimiento debía estar descojonado “on the inside” también, pero aguantó el tipo sin descomponerse y, sólo al final, vencido por la curiosidad, preguntó “Where are you from?” (“troglodites”, debió pensar para sí). Mientras Maite le contestaba, nos dimos cuenta que tanto promocionar España, tantos viajes del Rey, del ministro de Asuntos Exteriores, institutos Cervantes, se estaban yendo por ese mismo retrete defectuoso. Las risas que nos corrimos sin duda compensaron la vergüenza nacional…

Pare remate, una vez se hubo ido el de mantenimiento, descubrimos que el WC seguía mal. No nos quedó más remedio que mojarnos el culo... literalmente.