miércoles, 1 de octubre de 2008

Atravesando las grandes llanuras

Viernes 26 de Septiembre

Nuevo día, nuevo madrugón. Quién nos iba a decir que nos íbamos a estar levantando a las 7 día tras día y tan felices (nota mental: de los madrugones es mejor no contar nada en el trabajo).

Somos uno menos, ¿lo hemos dicho ya? La pierna de Adela ha estado un poco rebelde en Chicago y ante la perspectiva de la paliza de coche que tocaba, se ha quedado un día más en Chicago y viajará en avión hasta Denver, donde seremos 5 again. Si no fuera por el descubrimiento de los puentes de Madison, me daría envidia. Las llanuras a ritmo de autopista no acaban perdiendo su encanto tras unos cuantos cientos de kilómetros. Seguro que por carreteras secundarias la cosa es mucho mejor, pero no tenemos tiempo.

Gracias a Dios, en Iowa y Nebraska los límites de velocidad son relativamente indulgentes (70 y 75 km/h), lo cual, unido a los impuestos y “redondeo” que le metemos, hace que viajemos a un buen ritmo sin llegar a que nadie tenga que preocuparse o llamar a la policía… por ahora, porque servidor aún tiene pendiente explorar los límites velocísticos de este cacharro mientras el motor canta a casi 6000 vueltas.

Las largas rectas y relajada conducción hace que las dos conductoras (Adela no tiene carnet) se hayan lanzado al ruedo y cogido el timón (nunca mejor dicho) de este paquebote de 6 cilindros. Los conductores hemos descubierto las perspectivas y posibilidades que brinda el asiento de atrás, amén la invitación a planchar oreja que supone.

Nuestra próxima visita va a ser ver una antigua parada del Pony Express. Continuará.

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Dios mío como rajan estos americanos! Qué majetes son! Mientras esperaba a que los otros viajeros de las grandes llanuras compraran sus chapitas en la tienda de souvenirs del Pony Express Javi y yo nos hemos metido en el museo de enfrente que era “open” y “free” (dos palabras que cada vez nos gustan más), en cuanto hemos dicho que éramos de fuera nos han avasallado a preguntas las dos lugareñas que lo regentan… un poco más y nos adoptan! Por cierto, hemos tratado de explicar que nuestros padres son manchegos y no tienen ni idea de quién es Don Quijote.

Es una pena que tengamos que atravesar tan deprisa la zona de las grandes llanuras, sería muy interesante parar un poco más en alguno de estos pueblecitos, transmiten una sensación de paz y tranquilidad, pachorra quizá, pero es chocante sobre todo viniendo como venimos de una gran ciudad como Chicago (buf! Chicago es impresionante con los rascacielos enormes y preciosos, una pasada verlos, da igual a pie de calle, desde un paseo por el río o desde uno de ellos… Chicago es la leche!). Las grandes llanuras, (hemos atravesado Illinois, Iowa y ahora vamos por Nebraska) son como una despensa gigante, hay vacas, muchas vacas y trigo, muuuucho trigo, y todo es enorme, no os podéis hacer a la idea de lo grande que es el Missisipy… y lo cruzamos cuando aún está bien lejos de su desembocadura!

De todas formas aquí todo tiene buen tamaño… bueno, si es todo, todo, no hemos llegado a saberlo ;-). Ya en Chicago traté de hacer una clasificación de americanos por tamaños:

Grandes: pueden ser muy interesantes los especímenes masculinos de alrededor de 30 años… hummm en Chicago había mucho chico guapo.

Muy grandes: como estaríamos nosotros si nos dejan sueltos por aquí 3 semanas más. Fons ya se ha comido su primera hamburguesa “Monster”, al tiempo que Celia y Adela se comían cada una media palangana de spaguetti, desde aquel día la pobre Celia va con el botoncillo de arriba del pantalón desabrochado cada vez que se sienta en el coche.

Pequeños: suelen ser más morenitos y algunos de ellos te entienden cuando hablas castellano.

De momento seguimos en ruta, objetivo Denver para recoger a Adela en el aeropuerto y llegar esta noche a las rocosas. Da penita que Adela no esté en el coche, como el resto somos más calladitos el coche va más tristón. Javi es quien va conduciendo ahora, de vez en cuando suelta un despotrique contra los coches americanos (creo que se le ha caído un mito), pero tengo que reconocer que el tío está siendo el más razonable y conciliador de todo el grupo, a pesar de que se descojone cada vez que me oye hablar inglés. Fons, de copiloto, va controlando el mapa, leyéndose todos los folletos turísticos, haciendo comentarios, mirándolo todo y trasteando con la cámara… y porque no lleva el ordenador!. Celia, en su posición habitual: durmiendo, aunque ahora tampoco se está perdiendo gran cosa, bueno si, vacas y campos de trigo… jo! si me está dando envidia, en cuanto termine el párrafo me voy a unir a su siesta mañanera. Yo ahora voy calladita escribiendo, pero en cuanto nos bajemos del coche para ver algo vuelvo a ser la estrella de todas las fotos, ventajas de no tener cámara, menudo book me están haciendo, tendré que probar suerte cuando lleguemos a L.A. ;-).

El vuelo de Adela llego con dos horas de retraso por un tormenton de narices, mientras ibamos llegando a Denver se veian cruzar la carretera pelusones gigantes como los que salian en las peliculas de vaqueros. En el aeropuerto Celia consiguio por fin fumarse un cigarro dentro de un garito y con una cerveza en la mano, mas que un bar parecía una narcosala.

Tras recogerlas salimos pitando para las Rocosas, haciendo una escala en Boulder para disfrutar del ambiente universitario de la ciudad, al final tras un duro dia llegamos a Estes Park junto a la entrada del parque, aunque el día todavía nos tenía reservado una última rica anecdota.

“Doesn’t eat”

En el hotel de las Rocosas vivimos una experiencia que sin duda dejó a España a la altura de potencias como el Congo o Burundi.

Tras un día duro de viaje, lo primero que uno desea al llegar es saludar a Mr. Stone. Y así fue, como, siguiendo el orden de urgencia, fuimos presentándole nuestros respetos.

Es necesario comentar que estos americanos no deben tener problemas de sequía, ya que el sistema que emplean en todos los WC es que la taza siempre está medio llena de agua y tus andanadas son recibidas con vivos chapoteos que salpican tus posaderas por mucho que las encojas en el momento de la eyección . Luego, cuando tiras de la cadena acaba de llenarse de agüita y ves como todo se va en un remolino de vivos colores. También parece que los españoles usamos mucho papel en comparación con los yanquis y tendemos a hacer que Mr. Stone se atragante. ¿Será que tienen el culo de teflón y se limpia más fácil? ¿O que son un poco más guarretes? Por tamaño de culo, desde luego parece que no es…

Bueno, estábamos en las Rocosas cuando Maite nos sobresaltó, advirtiendo que el baño estaba mal. Que el nivel del agua en la taza estaba desacostumbradamente alto, tanto que a la que te descuidabas tus cargas de profundidad se convertían en torpedos, porque te encontrabas con el culo en pleno agua. Dado que este hotel era el que más nos había costado hasta el momento y que encima era más bien cutrillo, cundió la indignación, sobre todo la de Maite, que reclamó inmediatamente que había que avisar para que llegara la gente de mantenimiento. Y así, lo hicimos…

Mantenimiento llegó en unos minutos en la forma de un señor con bigote ataviado con mono, gorra y herramientas, topicazo total. Como se puede uno imaginar, explicar la situación en el idioma de Shakespeare no es fácil, pero ayudada por una expresión corporal azuzada por el apretón, Maite se lanzó. Los demás nos batimos en retirada, esperando el cachondeo propicio de la situación.

Del baño salían comentarios, como “the tolette… doesn’t eat, doesn’t eat”, “water very high, very high…” mientras casi podíamos escuchar las rascadas que se metía el tío de mantenimiento tratando de entender. Lo mejor fue cuando el tío probó y… funcionó! “Claro, esta “poor girl” no sabe usar el water”, debió pensar el colega y se dispuso a enseñar a Maite, a la manera americana, o sea, procedimiento detallado, como usar la taza. El descojono de los demás, que estábamos escuchando, ya no podía contenerse, igual que los colores de Maite. No llegamos a oír si también le explicó para qué servía el rollo de papel…

El de mantenimiento debía estar descojonado “on the inside” también, pero aguantó el tipo sin descomponerse y, sólo al final, vencido por la curiosidad, preguntó “Where are you from?” (“troglodites”, debió pensar para sí). Mientras Maite le contestaba, nos dimos cuenta que tanto promocionar España, tantos viajes del Rey, del ministro de Asuntos Exteriores, institutos Cervantes, se estaban yendo por ese mismo retrete defectuoso. Las risas que nos corrimos sin duda compensaron la vergüenza nacional…

Pare remate, una vez se hubo ido el de mantenimiento, descubrimos que el WC seguía mal. No nos quedó más remedio que mojarnos el culo... literalmente.

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